Mohamed Merah ya está muerto, pero el caso de los asesinatos en Toulouse aún no está ni cerca de haber sido esclarecido.
Nuevas revelaciones acerca del "terrorista" que abrió fuego en una escuela judía semanas atrás estarían colocando al agresor como parte de la fachada de un juego un tanto más perverso.
¿Hasta qué punto la historia oficial es la versión única y final de un crimen perpetuado por un joven que preso de una maquinaria de poder más amplia, ha sido convertido sin derecho a réplica en la figura de un pobre diablo fundamentalista?
Un no tan inesperado entramado de espionaje parece emerger desde los cuarteles de la inteligencia de un país que hizo de este joven un chivo expiatorio destinado a servir con su vida a las necesidades del abusivo Nicolás Sarkozy de mejorar su imagen pública.
De cara a las próximas elecciones, el patético y xenófobo premier de Francia no hace más que jugar sucio. Son las reglas del poder, pero no las de un funcionario que se presupone que debería estar a la orden del pueblo y servirlo con idoneidad.
El jefe a cargo de comandar las fuerzas del servicio de inteligencia francés sería el responsable de una tragedia tan negra como el panorama que plantea el asenso de la derecha en Europa.
El supuesto agresor parece haber sido filmado declarando su inocencia frente a las fuerzas policiales locales.
Si el testimonio de Merah fuera cierto, entonces podría evaluarse una hipótesis más lógica frente al supuesto accionar arrebatado de un sociópata islamista que en un ataque de psicosis disparó su arma a mansalva.
¿Acaso no es más sencillo que la gente se trague la historia de un típico agresor cuyo perfil da perfectamente con el de los estereotipos racistas más popularizados en occidente?
Tal vez no sería absurdo arriesgar una versión diferente y algo más compleja.
No es posible negar la posibilidad de una intervención calculada por parte de los aparatos de inteligencia a través de la aplicación de operaciones psicológicas, convenientes al propósito específico de un funcionario político y su grupo de poder, destinadas a manipular a la opinión pública.
La abogada de la familia del joven yihadista de Toulouse afirma contar con pruebas irrefutables del uso de Mohamed por parte de la RAID, la unidad de élite de la policía nacional de Francia.
El gobierno guarda silencio y, probablemente, tenga que afrontar una derrota electoral frente al socialismo.
Mientras tanto, se dedica a buscar chivos expiatorios para poder aplicar sus políticas represivas de "tolerancia cero" y seguir culpando a los integristas islámicos.
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Fotografías: Wikimedia